miércoles, 4 de junio de 2014

Lima en laberinto



IV. Por las calles y mercados de Lima
Los mercados a más de ser un retrato claro y vivo de la sociedad, al igual que los buses, las cárceles y los parques, en Lima tienen una particularidad, la buena comida. Así que hay  que tomar una chichita morada o servirse un chicharrón, un ceviche o cualquier plato del mar. Yo opté por la chichita y el camote.
Luego de la cálida acogida de Lourdes, tomé un bus y fui a la feria del Libro del Congreso dela República, por Abancay, una feria chicuelona, pero estuvo bien, porque pude apreciar en el camino la arquitectura y el desorden de Lima y ya en la plaza varios fondos editoriales, además de  escuchar a Zoila Hernández, investigadora, presentar su libro “Tiempo de violencia, resiliencia en el mundo andino, Violencia política a mujeres de Seclla (1820 – 2000)” Relató su experiencia tanto  en la investigación participativa como en el proceso terapéutico que se realizó con tres generaciones de mujeres que habían vivido la violencia perpetuada tanto por sendero como por el régimen de 1820 al 2000. Si bien este tema ya ha sido estudiado en otras regiones del país, en  Seclla no se lo había hecho. Es así que se inició un proceso de documentación de los relatos orales de 100 mujeres que en el tiempo de esta guerra interna eran abuelas, madres o hijas.
Por qué en Seclla? Porque Seclla era un lugar de paso de los grupos armados, quedaba en la mitad de donde se había concentrado el conflicto, junto a Ayacucho. Esta población, al estar en el cruce, fue la que alimentó, dio cobijo, a los grupos armados, militares o senderistas y por ende fue víctima de las múltiples violencias perpetuadas, reclutamiento forzado, persecución, etc. Y todo lo vivido en esa época se alojaba en la memoria, en el cuerpo, en la mirada de las mujeres, quienes por mucho tiempo no habían podido contar a nadie esta parte de sus vidas.
“En las noches huían a los cerros, los mecanismos para saber que venía sendero, eran los perros. Subían y hacían huecos en los cerros, tenían cavernas, covachas o buscaban árboles para que les protejan. Huían y regresaban”
Se había tejido todo un silencio alrededor de esta guerra y el miedo había envuelto a la población, por miedo a que los acusen de senderistas. Pero a través de la biodanza, del juego, de la creación, estas mujeres fueron narrando su historia, y ésta tenía sobre todo culpa, culpa por haber dejado matar a algún miembro de familia, por haber callado, por haber alimentado a uno u otro bando. Culpa de abuelas, de madres e incluso culpa de hijas/os. Muy duro todo esto. Recordé “Luciérnegas en el Mozote”, lo ocurrido en Salvador y las lágrimas rodaron por mis mejillas. Quería el libro, quería saber más, leer los testimonios, pero por otro lado decía no, no más violencia en mi biblioteca.
Zoila transmitió muy claramente el proceso que se siguió con las mujeres y algunas particularidades del mismo. Como parte de este se realizó  un concurso de cantos y poemas, precisamente para buscar un medio de expresión diferente que permitiera contar esas historias. Y adivinen qué ocurrió…algunas mujeres escribieron unas plegarias, que a primera vista nada tenían que ver con el tema. Pero, al investigar porque las mujeres habían escrito esos cantos religiosos, se descubrió un nexo fundamental entre lo vivido por las mujeres de Seclla y la presencia de la iglesia pentecostal, que a decir de Zoila,  fue en definitiva la que sostuvo los dolores humanos de esa población. Además, por añadidura, esta iglesia, en los territorios del Brae, a través de Sido Taipe, fue parte de un proceso de resistencia armada en el que salieron victoriosos los campesinos.

Bueno, compré unos libritos miniatura, otro sobre derechos humanos y mujeres viviendo con VIH y otro de origami para Omkem. Luego, antes de que se oscurezca y Lima se haga más oscura de lo que ya es, salí con la intención de regresar en bus y así lo hice.
Casi me pierdo  en las avenidas laberínticas de Lima.
El Barrio Chino
Al día siguiente fui al Barrio Chino. Está en calle Japón, muy cerca de la Biblioteca de Lima y el mercado central. Investigando un poco, el nombre de esta calle no es Japón sino Copón, y recibe ese nombre porque era ahí donde se “caponaba” a los cerdos. Vaya!
El día anterior había estado muy cerca, pero no me había dado cuenta. Era un lugar muy movido, detrás de Abancay. La gente caminando a su ritmo, no veo que sea una ciudad apurada, conserva en ese sentido los tiempos pausados del campo. Tanto así que las combis escapan de atropellar a muchas personas que “a su ritmo y a su tiempo” se entregan a la avenida. En la esquina un letrero que anunciaba la entrada al barrio.  Donde hay gente, hay comercio o vicerversa.  Los miles y diversos locales empezaron a aparecer, tuve una ilusión enorme de encontrar cosas inusuales en este lugar y así fue. Primero el gran arco al estilo mandarín, la puerta de entrada al barrio,  diseñada por el arquitecto proyectista Kuoway Ruiz y donada por el gobierno de Taiwán, misma que en su  parte superior dice en caracteres chinos: "bajo el mismo cielo, todos los hombres son hermanos".  Pero lo que dice en esta leyenda puede aplicarse a la actualidad, más no al momento en el que los inmigrantes chinos llegaron a Lima, pues vinieron a reemplazar a  los esclavos en 1849 y sufrieron grandes atropellos.
Pequeños kioskos propios de la china se sitúan a lo largo de la calle. En ellos se expenden   desde inciensos, objetos sagrados, cábalas, piedras hasta  el diario chino  más antiguo de América el Man Chin Po.
Si bien el barrio se ha fusionado con lo peruano y con lo global, aun mantiene ese aire de oriente que lo hace particular. Hay restaurants chinos, donde al parecer es muy preciado el pato, despensas de alimentos chinos, lugares donde se realizan masajes y acupuntura, kioskos donde se lee el tarot o el I ching  y galerías diversas. Yo fui en busca de una tienda de ropa indú y lo que me encontré es toda una galería llena de muchas y diversas tiendas con productos de la India. Entonces me enamoré más de ese barrio, porque el detalle de cada prenda, el color y la magia de ciertos objetos me deslumbran. Además los mandalas casi simpre son parte de su diseño, entonces solo el verlos calma, alegra, sana. Que pashminas, que túnicas, que  camisolas, que  blusas, que aladinos…inciensos por doquier, budas, semidioses, elefantes, etc.
Disfruté de la tarde en este huequito limeño para luego quedarme con las ganas de volver y con las ganas de seguir comprando. De ahí que al día siguiente volvería de nuevo.

lunes, 2 de junio de 2014

Los taxis, la warmimama Lourdes y las fotonovelas romanticoides



III.  Acogida y fotonovelas romanticoides

Luego del aterrizaje forzoso, porque la verdad hubiese querido quedarme volando en las nubes…llegué a Lima. El aeropuerto  que imaginaba más grande y complicado, no resultó así. Estuve atenta a Fito, pero ya fue imposible alcanzarlo. Así que opté por hacer un pequeño registro de la opinión de uno de los músicos de la banda sobre la consulta popular por el Yasuní. Obviamente no estaban muy enterados y tenían una posición tibia, mediatizada por esa imagen de Correa asociada a un proceso de “revolución ciudadana”(¿¡?)
Pasé migración,  aduana y salí del counter. Ahí estaba Marcelino, con el cartelito con mi nombre. Me sentí acogida, alguien me esperaba en esa ciudad de cara oscura, por todo lo que se dice sobre ella.
Siempre he pensado que el diálogo con los taxistas es parte de las estrategias del viaje, pues te pueden dar mucha información sobre la ciudad en muchos sentidos. Bueno, el caso de Lima es algo particular, pues los taxis son parte de una cadena de delincuencia que existe particularmente en la capital. Pero Marcelino es casi parte de la FEMUCARINAP, Federación Nacional de mujeres campesinas, artesanas, indígenas nativas y asalariadas del Perú, digo casi porque no es mujer…Bueno me llevó a cambiar algo de dinero en la Plaza San José, muy cerca del barrio Jesús María, donde funciona la organización y donde vive Lourdes Huanca, su presidenta. Cambié poco dinero, porque los domingos la tasa de cambio es menor. Entramos al mercado y tomamos una chicha morada y una porción de deliciosos camotes. Nos resistimos a los chicharrones de mariscos, porque había que llegar a casa y pronto almorzar.
Llegamos y ahí estaba Lourdes, toda ella grande, con su temple de mujer luchadora. Un altar a la entrada de casa, con ofrendas, animales, semillas, protecciones y la gran deidad andina, la Pachamama; una gran cobija de cada paso que da cada mujer y cada organización. Recordé al Matapalo de los sangurimas y esa fortaleza de su tronco, sus ramas, la sabiduría que le permite vivir y alimentar su propia existencia.
Me sentí bienvenida, acepté unas papitas sancochadas, quesito, ají para comer y un chocolate con leche. Descansa sugirió Lourdes y yo, necia decidí salir a  la feria del libro del Congreso de la República. Caminé y tomé dos buses, Lima en domingo es un caos…todo el mundo andando por aquí, por allá, las veredas llenas de gente, filas de filas para ingresar al estadio, policías intentando organizar el tráfico, parques con eventos culturales…Llegué casualmente al Museo Metropolitano de Lima, en el que se exhibía “El Lenguaje del amor – Fotonovela Peruana 1950 - 1980”. Conocer Lima a través de la fotonovela era mi objetivo y sí, definitivamente la Lima de hoy, guarda mucho de esas historias, pues lo mismito que se contaba en ellas, ahora se escucha en los autobuses, que los crímenes pasionales, que los celos, que las mozas, etc, etc, etc. Lo interesante de este género es como llega a Lima y como cobra importancia en el mundo editorial, pues en un principio se leía a Corin Tellado y otros suplementos y luego es en la misma Lima que se empiezan a producir  varios  títulos de fotonovelas nacionales  entre 1950 y 1980. Fue tan relevante este auge, que hubo quienes (no podían faltar) hicieran una lectura moralista, pues gran parte de la población tenía acceso a estas novelas y se habían convertido en textos importantes en la vida de las personas.  En 1976 el General Francisco Gómez Bermúdez prohibe su importación  por tratarse de “publicaciones que atentan contra la formación intelectual, moral, cívica de la población, así como contra el patrimonio histórico y cultural del país”. Se prohíben, no solo las fotonovelas, sino las historietas en forma de revistas o minilibros e historietas de miedo o de terror.  
La producción nacional persiste unos años más, salen suplementos en forma de diario barato y abordan los temas de la hiperinflación, atentados, incursiones terroristas en la sierra, matanzas entre civiles y militares y luego decae abruptamente porque ese mundo más romántico quizá que le acercaba al lector a estos textos, pasa a ser un  “imaginario sentimental ajeno, inútil y sin color”. “La ingenuidad del fotoromance se convirtió en algo difícil de justificar”, además habían sido cruelmente reemplazadas por las novelas mexicanas.
La cosa es que esta exhibición surge a partir de que se  encontrara en la esquina de la Victoria rumas y rumas de fotonovelas, luego de la muerte de  una mujer a quien no se le conocía marido, hijos, amistades…y para quien probablemente las fotonovelas “eran su tesoro y puerto de escape, las que leía en soledad, fantaseaba  y por las que vivía vidas”. Estas pasaron 38 años guardadas en un cajón…ya era tiempo de que hablaran por sí solas.
Las fotos son muy chistosas y claro eran hechas por amateurs, pero eso precisamente es su valor agregado, los retratos de la época, la contextualización del lugar, el sentido de la vida y por supuesto el aire romanticoide.
Salí con la idea de buscar alguna en algún puesto de la feria del libro, en especial Extasis, en la que participan los integrantes de la banda Los Saicos y su tema “Demolición”, unos anarco que lo que querían era “traer abajo todo lo que estuviera en pié y repetían el estribillo – echemos abajo la estación del tren-”

domingo, 1 de junio de 2014

Un viaje Capital



Un viaje capital

1 de junio del año 2014

I.Lágrimas de Omkem y piojos en la cabeza

Me levanté a eso de las 4h00 con los trinos de pequeños pájaros madrugadores. El viaje empezó el día anterior con los preparativos y éste con las lágrimas de Omkem que también quería ir a Lima. En el aeropuerto, mientras caminaba por  el Dutty free,  un pelilargo, flaquito pasó a mi lado. Algo me decía que era alguien importante, así que luego de unos minutos de estupor giré y caminé hacia la sala de embarque. Afiné mi atención para ubicar al personaje, ahí estaba tomando un ascensor para ir a la sala vip. Era él, definitivamente. Solo lo miré en el transcurso de ese abrir y cerrar de la puerta del elevador. Me contenté con ese cruce inesperado y fui hacia la sala de los comunes pasajeros. Luego me di cuenta que en ella no estábamos (je, je) solamente comunes, sino ciertos especímenes algo especiales. En el bus que nos llevaba al avión hablaban de un bar, de un mal músico, de acústica y demás términos musicaleros. Asocié con el encuentro anterior y claro concluí, al escuchar su acento, que eran argentinos, y no cualquieres argentinos, sino los músicos y técnicos de la banda de Fito Páez.
Entonces me puse algo nerviosa, me vino esa energía adolescente y me subí al avión bastante intranquila. No eran cosquillas en la panza, sino piojos en la cabeza. Me senté en la fila 18 a la espera de que él pase en algún momento y se siente ojalá a mi lado…el equipo estaba dos filas detrás, se veían sencillones, hablaban alto y conversaban de los diferentes género musicales latinoamericanos y de la posibilidad de encontrar salas de fumadores en los aeropuertos. El vuelo estaba lleno. Un poco antes de que se cierren las puertas del avión vi unos pelos irreverentes en un cuerpo flaco vacilante. Entonces, como en contracorriente y con la agendita quinceañera para el autógrafo, fui al lado del camino a saludar al maestro. Lo sorprendí, estaba solo. Lo hice en silencio para cuidar su anonimato. Me miró, le pasé la agendita, me miró tiernamente y me dijo: - disculpáme, que estoy recansado, cómo te llamás?- Y firmó. En vez de hablar del Yasuní, la consulta popular propuesta por  Yasunidos,  de contarle algo, o de lanzarme al cuello, le pregunté del concierto. – Maravilloso – dijo. Eso fue todo.
II. Romance entre las dunas y el viento
Volar sobre las montañas, sobre las mil y un cordilleras; rojas, azules, verdes y todos los ocres, es impresionante. No sé si son ellas las que se alzan hacia las nubes o si son las nubes, atraídas por su belleza y desasosiego, las que llegan, se posan en ellas y simplemente pasan.
Gigantes de arena, de roca…caras, texturas como ropajes solitarios, quietud, grabados silentes…en las laderas empieza a dibujarse el verde, como brazos, como alas que desembocan en el mar. Rojo fundido con esa luz tenue de sol, me aluscinas! Veo como la arena migra dejando rastro, las huellas del viento y ese romance infinito. Por un lado la arena volátil y por el otro, el agua azul cielo, absolutamente hermoso.
Es como si entrara en el centro de la Tierra  a alguna de sus capas ocultas. El viento y sus dibujos? A qué Dios se le ocurriría esto? La arena y su locura!
La aridez se conjuga con el agua y los rasguños del viento con  sus  bailes. Aun ni siquiera me bajo del avión y estoy feliz, no por Fito, sino por este sobrevuelo a las dunas pelirojas, aruñadas por el viento rebelde.
Las consabidas nubes protegen a Lima, la impredecible. El puerto del Callao y el parque industrial irrumpen abruptamente la calma de aquel romance.