III. Acogida y fotonovelas
romanticoides
Luego del aterrizaje forzoso,
porque la verdad hubiese querido quedarme volando en las nubes…llegué a Lima.
El aeropuerto que imaginaba más grande y
complicado, no resultó así. Estuve atenta a Fito, pero ya fue imposible alcanzarlo.
Así que opté por hacer un pequeño registro de la opinión de uno de los músicos
de la banda sobre la consulta popular por el Yasuní. Obviamente no estaban muy
enterados y tenían una posición tibia, mediatizada por esa imagen de Correa
asociada a un proceso de “revolución ciudadana”(¿¡?)
Pasé migración, aduana y salí del counter. Ahí estaba
Marcelino, con el cartelito con mi nombre. Me sentí acogida, alguien me
esperaba en esa ciudad de cara oscura, por todo lo que se dice sobre ella.
Siempre he pensado que el diálogo
con los taxistas es parte de las estrategias del viaje, pues te pueden dar
mucha información sobre la ciudad en muchos sentidos. Bueno, el caso de Lima es
algo particular, pues los taxis son parte de una cadena de delincuencia que
existe particularmente en la capital. Pero Marcelino es casi parte de la
FEMUCARINAP, Federación Nacional de mujeres campesinas, artesanas, indígenas
nativas y asalariadas del Perú, digo casi porque no es mujer…Bueno me llevó a
cambiar algo de dinero en la Plaza San José, muy cerca del barrio Jesús María,
donde funciona la organización y donde vive Lourdes Huanca, su presidenta.
Cambié poco dinero, porque los domingos la tasa de cambio es menor. Entramos al
mercado y tomamos una chicha morada y una porción de deliciosos camotes. Nos
resistimos a los chicharrones de mariscos, porque había que llegar a casa y
pronto almorzar.
Llegamos y ahí estaba Lourdes,
toda ella grande, con su temple de mujer luchadora. Un altar a la entrada de
casa, con ofrendas, animales, semillas, protecciones y la gran deidad andina,
la Pachamama; una gran cobija de cada paso que da cada mujer y cada
organización. Recordé al Matapalo de los sangurimas y esa fortaleza de su
tronco, sus ramas, la sabiduría que le permite vivir y alimentar su propia
existencia.
Me sentí bienvenida, acepté unas
papitas sancochadas, quesito, ají para comer y un chocolate con leche. Descansa
sugirió Lourdes y yo, necia decidí salir a la feria del libro del Congreso de la República.
Caminé y tomé dos buses, Lima en domingo es un caos…todo el mundo andando por
aquí, por allá, las veredas llenas de gente, filas de filas para ingresar al
estadio, policías intentando organizar el tráfico, parques con eventos
culturales…Llegué casualmente al Museo Metropolitano de Lima, en el que se
exhibía “El Lenguaje del amor – Fotonovela Peruana 1950 - 1980”. Conocer Lima a
través de la fotonovela era mi objetivo y sí, definitivamente la Lima de hoy,
guarda mucho de esas historias, pues lo mismito que se contaba en ellas, ahora
se escucha en los autobuses, que los crímenes pasionales, que los celos, que
las mozas, etc, etc, etc. Lo interesante de este género es como llega a Lima y
como cobra importancia en el mundo editorial, pues en un principio se leía a
Corin Tellado y otros suplementos y luego es en la misma Lima que se empiezan a
producir varios títulos de fotonovelas nacionales entre 1950 y 1980. Fue tan relevante este auge,
que hubo quienes (no podían faltar) hicieran una lectura moralista, pues gran
parte de la población tenía acceso a estas novelas y se habían convertido en
textos importantes en la vida de las personas. En 1976 el General Francisco Gómez Bermúdez
prohibe su importación por tratarse de “publicaciones
que atentan contra la formación intelectual, moral, cívica de la población, así
como contra el patrimonio histórico y cultural del país”. Se prohíben, no solo
las fotonovelas, sino las historietas en forma de revistas o minilibros e
historietas de miedo o de terror.
La producción nacional persiste unos
años más, salen suplementos en forma de diario barato y abordan los temas de la
hiperinflación, atentados, incursiones terroristas en la sierra, matanzas entre
civiles y militares y luego decae abruptamente porque ese mundo más romántico
quizá que le acercaba al lector a estos textos, pasa a ser un “imaginario sentimental ajeno, inútil y sin
color”. “La ingenuidad del fotoromance se convirtió en algo difícil de
justificar”, además habían sido cruelmente reemplazadas por las novelas
mexicanas.
La cosa es que esta exhibición
surge a partir de que se encontrara en
la esquina de la Victoria rumas y rumas de fotonovelas, luego de la muerte
de una mujer a quien no se le conocía
marido, hijos, amistades…y para quien probablemente las fotonovelas “eran su
tesoro y puerto de escape, las que leía en soledad, fantaseaba y por las que vivía vidas”. Estas pasaron 38
años guardadas en un cajón…ya era tiempo de que hablaran por sí solas.
Las fotos son muy chistosas y
claro eran hechas por amateurs, pero eso precisamente es su valor agregado, los
retratos de la época, la contextualización del lugar, el sentido de la vida y
por supuesto el aire romanticoide.
Salí con la idea de buscar alguna
en algún puesto de la feria del libro, en especial Extasis, en la que
participan los integrantes de la banda Los Saicos y su tema “Demolición”, unos
anarco que lo que querían era “traer abajo todo lo que estuviera en pié y
repetían el estribillo – echemos abajo la estación del tren-”
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